Jane Nott

Aquí tenéis la segunda parte de la historia de Caminos Equivocados. Como ya sabéis esta historia también está subida a mi perfil en Fanfiction. Aquí conoceréis un poco más a Jane Nott quién será la mejor amiga de Lily en Slytherin. Por si os interesa los padres de Jane Nott son Theodre Nott y Daphne Greengrass, personajes reales de la saga de JK Rowling, pero los basé en los personajes que leí del maravilloso fanfic Mortífago de Metanfetamina. Está situado durante los años de escuela de Harry Potter pero están narrados por Theodore Nott que cuenta su historia y las de sus siete amigos: Draco Malfoy, Blaise Zabini, Daphne Greengrass, Pansy Parkinson Vincent Crabbe y Gregory Goyle.
Me miro al espejo. Dos estúpidas trenzas caen a ambos lados de mi cabeza. Mi madre me obliga a llevarlas, es por eso que creo que me odia. La blanquecina piel me hace parecer una enferma, y parece que mis ojos azules brillan en la oscuridad. Ya llevo el uniforme de la escuela, ¿para qué ponerme otra cosa? ¿Por los muggles? ¿Qué me importaban ellos? En ese momento entra mi madre, tan arreglada y elegante como siempre. Frunce los labios al ver mi ropa, aunque se obliga a sonreír.
—Nos vamos, Jane —hace mucho que mi madre no me abraza, ni me besa. Ni siquiera me dice algo remotamente amable y o cariñoso; En mi interior tengo la sensación de que dejó de quererme cuando decidí no seguir sus pasos y no convertirme en una copia de ella. Por increíble que parezca, a veces siento su mirada clavarse en mi espalda como una daga envenenada. Salgo a la chimenea y mi padre levantat una ceja cuando me ve. Mira a mi madre y reprime una sonrisa.
Thedore y yo tenemos una relación de indiferencia y respeto mutuo. Hace mucho tiempo dejé de intentar llamar desesperadamente su atención, pues me había dado cuenta de imitándole le impresionaba más. Esto también enfadaba a mi madre, lo cual nos encantaba a ambos. Cuando llegamos a la estación vemos a mi tío y a mi tía con mi primo. Scorpius lleva la cabeza muy alta, ya que es su tercer año en la escuela y tiene el ego por los cielos. Su padre le mira con orgullo y su madre le limpia distraídamente la carísima ropa. Reprimo los celos involuntarios que empiezan a recorrerme la espina dorsal, haciéndome estremecer. Lleva el pelo casi por los ojos, y aunque Draco insiste en que use gomina, mi tía dice que antes se saca los ojos que ver eso. Llego y saludo a todos con una cabezada:
—¿Entusiasmada, prima? —pregunta, intentando hacerse el interesante. Me saca una cabeza, pero lo he visto tantas veces comiéndose los mocos y meándose encima que cualquier intento por su parte de creerse superior queda totalmente anulado. Levanto una ceja y digo:
—Oh sí, extasiada —él se ríe, pero creo que no ha entendido lo que he dicho. Siempre intenta hacerme ver que encuentra mi silencio y desapego algo infantil y adorable. Me cabrea un poco su chulería y sus aires de líder impregnado en cada poro de su piel, no necesita destacar de ninguna forma. Su pelo plateado, su apellido y su personalidad ya lo hacen por él, para bien o para mal. No puedo evitar admitir que le envido un poco, querer protagonismo es cosa de niños, algo de lo que decidí alejarme cuando mi madre intentaba impulsarme con todas sus fuerzas a jugar, hacer amigos, ser agradable, femenina, coqueta e ingeniosa. En definitiva, a hacer cosas que me repulsaban. Draco hacía amigos con facilidad y caía bien a la gente, yo en cambio había decidido que intentar relacionarme con los demás no se me daba bien. Me encontraba más cómoda leyendo y alejándome de todo. Nunca había pensado en que podría juntarme con otras personas hasta que vi a Lily. Siempre pensaba que tendría que ser como mis padres, quedar con mi primo, con los Zabini, Goyle… La verdad era que me sabía de memoria lo que me deparaba la vida. Iría a Slytherin y los miembros de las otras casas me harían la vida imposible. Yo les odiaría, ellos me odiarían y solo la gente de mi casa me apoyaría incondicionalmente. Acabaría la escuela, me casaría, tendría hijos y todo volvería a empezar.
Una semana después de la selección empecé a comprender cuanta verdad había en eso. Pasé por al lado de unos hufflepuff y la oí, la palabra que me marcará el resto de mi vida:
—Mortífago.
Esa palabra suele ir acompañada de desprecio, una mirada de asco o miedo mal disimulado. Mis padres me lo advirtieron, iba a ser así siempre. Daba igual lo que hiciera, yo era una Nott. Los apellidos me parecen una estupidez y la pureza de la sangre más todavía. Me digo a mí misma todos los días que esa escoria no es nada, que no me llegan a la suela del zapato, que mi inteligencia es tan superior que no caeré en algo tan patético como ofenderme o querer sacarles del error. Desde hace mucho tiempo me di cuenta de que mis padres estuvieron en el bando equivocado en la guerra. Mi padre me dijo una vez que éramos necesarios, que en el fondo seguíamos conservando los prejuicios de sangre que ellos nos colocaban generación tras generación sin preguntar, porque necesitaban a gente para sentirse moralmente superiores. En su momento creí que nadie podía ser tan imbécil, hasta que conocí a los Gryffindor. Con cada comentario, cada insulto y cada mirada, un acaloramiento irracional cubría todas las partes de mi cuerpo, envenenándome.
Todavía no sé muy bien por qué sonreí a Lily aquella primera noche. Aunque no lo admita nunca, una pequeña parte fue por pena, sabía que muchos Slytherins querían hacer su vida un infierno y ella no tenía la culpa de su apellido. Mi mente vio una oportunidad de tener una aliada muy valiosa para el futuro; tampoco admitiré que quería una amiga. Y una que fuera ajena a la guerra, que no pensara en el pasado y no fuera una obsesa de la sangre. Muchos de nosotros crecimos en el rencor, en el deseo frustrado y en las ansias de venganza. Mis padres eran algo ajenos a eso, sus motivos para entrar en la guerra fueron distintos.
Lily era una gran Slytherin, tenía grandes ganas de protagonismo (que no fuera por su padre). Se supo adaptar perfectamente a nuestras costumbres. Absorbió los comentarios hirientes de que los alumnos mayores le hacían en la sala común con una rapidez asombrosa:
—¿Si soy tan horrible por qué estoy aquí? —dejó muy claro que ella no se avergonzaba de estar ahí y que si la juzgaban estarían haciéndolo también a su casa. En cuanto a los comentarios de su familia; fue lo suficiente sensata para hacer como que no los oía.
Una de las noches en la que nos quedamos en la sala común hablando surgió lo inevitable. Al hablar de nuestras familias yo olvidé por un momento con quién estaba:
—Mi padre estuvo en Francia escondido un tiempo —ella curiosamente preguntó por qué y yo sin pensar contesté—. Ya sabes, ayudó a Voldemort: , en la escuela torturó a mucha gente cuando estaban los Carrow carroñeros, mi abuelo era mortífago, mi tío Draco también —me encogí de hombros—. tenía todas las papeletas para entrar a Azkaban pero se libró porque Harry intervino por él. Cuando todo se calmó volvió.
Al terminar y fijarme en su cara recordé de golpe que Lily nunca habría oído la historia así y que era la primera vez que hablábamos tan directamente de la guerra. Ella se quedó muy callada y frunció el ceño, entonces me miró casi con miedo y preguntó muy bajito y sin dejar de mirarme a los ojos:
—¿Asesinarías a algún muggle solo por no tener magia? —en ese momento fue la vez que más sentí los crímenes de mi familia. La verdad era que hasta ese momento no me había planteado si eso había estado mal. No quise pensar en si les habían obligado o de verdad habían querido hacerlo, simplemente lo hicieron. Sabía que no podía mentirle y que mi respuesta era importante para ella. Así que por primera vez que me pregunté a mi misma qué pensaba sobre los muggles:
—Me son indiferentes, no creo. No mataría sin un motivo y que sean inferiores no lo es. Sin ellos no podríamos existir, somos muy pocos —ella pareció satisfecha hasta que dijo indignada:
—¡No son inferiores! —yo sonreí como un tiburón a punto de lanzarse contra su presa, a eso sí sabía qué contestar:
—El hecho es innegable, poseemos magia y ellos no. Por lo que sé ellos hablan del código genético y la evolución de las especies. Es tan simple como que ellos no llevan la magia en su genética y nosotros sí. Eso es indiscutible, eso nos hace técnicamente superiores aunque no queramos. Estamos un eslabón por encima de ellos.
—¿Y los nacidos de muggles? ¿También son inferiroes? —preguntó a la desesperada para intentar pillarme.
—No, no son inferiroes. Ellos son magos que llevan la magia en sus genes debido a algún pariente lejano, no tienen la culpa de sus padres. Ellos son tan magos como los demás, aunque por accidente.
Lily no volvió a sacar el tema. Este discursito lo aprendí de mi primo Scorpius que lo repetía a cualquiera que lo quisiese escuchar. Esta última parte era algo más de mi cosecha, él no terminaba de encajarla aunque no la negaba. No admitía que era inferior a nadie, y lo hacía tanto con muggles como de con magos. Me encantaba admitir cuánto influenciaba a Lily sobre el tema muggle. Me costó muchas más charlas hablarle de lo injusto que era que nos escondiéramos, que a cualquier intentó de hablar de la quema de magos y brujas en la edad media, ¡QUÉ ES REAL!, te tachan de anti-muggle. Muchos magos y brujas se salvaron pero otros no y la gente parece olvidarlo. Y es que nadie habla de lo racistas, sexistas y todas las guerras que han hecho.
Debatíamos estas cosas a nuestros once años sin reproches, ni perdones, ni rencores. No obstante, nos dedicábamos a hablar sobre todo acerca de otras cosas: nuestras familias, lo que nos gustaba, a planear aventuras con Pucey, a pensar qué hacer al salir de la escuela (aunque ninguno lo teníamos nada claro). Lily estaba empeñada en convertirnos a los tres en animagos y proponía cientos de planes absurdos. Adrian nos empujaba fácilmente a saltarnos las reglas de la escuela. El primer mes nos habíamos bañado en el lago de noche, habíamos ido a la biblioteca cuando había cerrado, a la torre de astronomía, habíamos conseguido todos los trabajos de otros años para copiarnos…
Adrian era para mí siempre un enigma. Decía que los gemelos somosunosrepipis eran unos aburridos y que prefería hacer cosas interesantes. Me respetaba por mi apellido estaba muy claro, adoraba a mi primo hasta límites casi indecentes y consideraba a Lily la perfecta oveja descarriada de los Potter para corromper. A Lily le parecía gracioso y a mí curioso. Pucey era como un enigma detrás de una sonrisa demasiado grande para su cara. No parecía importarle juntarse solo con chicas y aguantábamos sus ataques de loco del Quidditch porque nos daba siempre chocolatinas e ideas para pasar las semanas. Le encantaba hacer pellas y odiaba estudiar, tenía la inmensa suerte de poseer una de las cabezas más brillantes de la escuela pero prefería pasar la tarde sentado al sol que estudiando.
Lo mejor de nuestra amistad era que desató el caos en el mundo mágico, o así nos gustaba decirlo a nosotros. Lo hizo a todos niveles, los “buenos” creían que la íbamos a corromper con nuestras ideas sobre los muggles; los “malos” que era una ofensa que la hija del-chico-que-vivió estuviera con nosotros. Realmente fue todo ese impacto, esa impresión lo que hizo que verdaderamente fuéramos amigos. Mis padres no me dijeron nada, ni una carta para preguntarme cómo me iba. Sé que se enteraron que fuimos la comidilla todo el curso. Cuando llegué a casa por Navidad, me preguntaron casi distraídamente cómo era ella. Yo les dije que era una niña normal de Slytherin, se miraron, quisieron saber si me había insultado a mí o había hablado de la guerra para humillarme, y dije que no, se miraron y encogieron de hombros, entonces me miraron con algo en sus ojos que no supe qué era. Con el tiempo me di cuenta que era orgullo, se sintieron orgullosos de que supera marcar la diferencia y aprovechar la oportunidad en vez de simplemente ignorar a Lily. Por lo que sé, Pucey en su casa se limitó a mentir, soltar alguna mentira sobre Lily y sobre lo que pensaba sobre los muggles y le creyeron. Los peores fueron los alumnos. Mi primo odió a Lily como no había odiado a ningún ser humano antes y para mi desgracia fue mutuo. Los primos de Lily nos empezaron a acosar a todas horas, hasta que recibieron cartas amenazantes de sus padres para que acogieran bien a su prima. Ella no solía mencionarlo pero su familia le hacía la vida imposible, al menos una gran mayoría. James nos miraba como si fuéramos víboras y Lily un corderito indefenso. Albus intentaba que nos lleváramos bien para hacer ver que él era claramente el mejor de la escuela porque se juntaba con unos apestados Slytherins y respetaba a todo el mundo.
Así comenzó nuestra historia, con una niña pecosa y pelirroja con ganas de ser diferente; un niño con cara de bueno y chocolatinas en los bolsillos y yo, una chica con pelo un poco lacio negro, ojos azules y muy callada. No éramos un grupo de sangres puras resentidos con el mundo, ni un grupito de niñas estúpidas, ni unos héroes que intentaban salvar la escuela; solo fuimos nosotros. Siempre nosotros.
Continuará
Aquí está la segunda parte. El punto de vista de Jane, esto va tomando una forma aunque sigue sin estar del todo definida. He querido narrar la historia desde el punto de vista de distintos personajes, me gusta la idea se la he copiado descaradamente a Martín con todo el morro (que se fastidie y publique ya su nuevo libro). Quisiera dedicar esta historia y este capítulo a Cisty y en general a todos los betas del mundo, los cuales son como duendes mágicos que desean felicidad para los demás a cambio de nuestras almas en el futuro o galletas debajo de la almohada. Y bueno ya que estás aquí… comenta, cualquier cosa, lo que has desayunado, lo que te parece la historia o tu vida, me da igual.
Seguid leyendo. Besos
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